Ojos parpadeantes, delante de cuadriplásmicos monstruos. Cervezas, sobre todo cervezas. Gritos contenidos, onomatopeyas de todo tipo.
Miradas cómplices...
y sobre el final.... goooooooooooooooooooooooool.
No he visto ninguno de los partidos ni de la liga ni de la Champions, ni de... etc, etc, etc...
No me interesa el fútbol (ni muchas otras cosas de este mundo). Pero he vuelto a casa con la piel de gallina...
Bajaba desde Gracia dando un paseo, con una buena banda sonora penetrando mis oídos, cuando mis canciones comenzaron a ser invadidas por gritos, bocinas y cantitos varios.
El cuadro que vi fue realmente interesante: las mismas personas (LAS MISMAS!) que no miran a los ojos cuando van por la calle, abrazaban y chocaban manos con cualquier desconocido con camiseta culé. Saludaban al conductor del bus, cuando normalmente no sueltan ni un triste "bon dia". Reían a carcajadas, cuando generalmente, llevan la boca repleta de quejas.
Se toreaban con banderas, cuando suelen hacer lo imposible por no rozarse con otro en el metro.
Es curioso: la combinación fútbol-alcohol-cigarrosdelafelicidad, provoca en la gente reacciones, impensables a diario.
Se olvidan del 20% de desocupación, de la hipoteca, de las desigualdades sociales, de la violencia, de la soledad... al menos, durante 90 minutos.
Sigue sin gustarme el fútbol, no lo entiendo.. un montón de tíos a las patadas con una pelota. Un negocio que mueve millones y millones. Sueldos obscenos. Más frivolidad que deporte.
Sin embargo las sonrisas, los saltos, los abrazos y los gritos - esta noche todos de color azul y granate - merecen siempre la pena.
