jueves, 8 de mayo de 2008

Cuestión de imagen

Creo que no hace falta decir nada. Este cuento habla por sí mismo. Es uno de mis preferidos, y en las sesiones de adultos, suelo explicarlo.
Pertenece a Augusto Monterroso, un escritor guatemalteco maravilloso, que en 2003 nos dejó como legado un sin fin de divertidas fábulas para pensar. 
Nos ha regalado con el cuento más corto conocido: "Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí" y con "La oveja negra" ilustrando la represión como tradición.

Se llama "La rana que quería ser una rana auténtica"

Había una vez una rana que quería ser una Rana auténtica, y todos los días se esforzaba en ello.

Al principio se compró un espejo en el que se miraba largamente buscando su ansiada autenticidad. Unas veces parecía encontrarla y otras no, según el humor de ese día o de la hora, hasta que se cansó de esto y guardó el espejo en un baúl.

Por fin pensó que la única forma de conocer su propio valor estaba en la opinión de la gente, y comenzó a peinarse y a vestirse y a desvestirse (cuando no le quedaba otro recurso) para saber si los demás la aprobaban y reconocían que era una Rana auténtica.

Un día observó que lo que más admiraban de ella era su cuerpo, especialmente sus piernas, de manera que se dedicó a hacer sentadillas y a saltar para tener unas ancas cada vez mejores, y sentía que todos la aplaudían.

Y así seguía haciendo esfuerzos hasta que, dispuesta a cualquier cosa para lograr que la consideraran una Rana auténtica, se dejaba arrancar las ancas, y los otros se las comían, y ella todavía alcanzaba a oír con amargura cuando decían que qué buena rana, que parecía pollo.

Punto pelota.